La dieta mediterránea está en peligro de extinción.

El sobrepeso y la obesidad, que en algunos lugares del planeta afectan a más del 60% de la población adulta.

Nunca hubo tanta información sobre nutrición ni tantos problemas de obesidad y alimentación inadecuada. Crecen las enfermedades asociadas al estilo de vida y Europa se ‘olvida’ de la dieta mediterránea y se ‘atiborra’ a calorías. Mientras, África sufre una de las peores crisis alimentarias de la historia.

Los expertos reunidos con motivo del XI Congreso de la Federación Europea de Sociedades de Nutrición, que se celebra esta semana en Madrid, han dibujado un panorama desolador, pero también han propuesto algunas posibles soluciones.

«No estamos manteniendo la dieta mediterránea, que corre un gran riesgo de perderse«, asevera Ascensión Marcos, presidenta del congreso. El paradigma de la alimentación sana, rica en verduras y frutas, con el indispensable aceite de oliva, el pescado siempre a mano y parca en grasas se desvanece.

España es ya el tercer país europeo con más obesidad infantil. Los colegios no nutren adecuadamente a los niños y sus padres tampoco constituyen el mejor modelo. «Se come a salto de mata, cuando podemos. El actual estrés y la actividad diaria nos impiden seguir una dieta equilibrada«, se lamenta Alfredo Martínez, presidente del comité científico del congreso.

Y eso que nuestra sociedad occidental cuenta no sólo con los mejores productos de la dieta mediterránea, sino con los conocimientos más avanzados sobre lo que conviene comer según la edad, los alimentos funcionales más sofisticados y la posibilidad de realizar una dieta que contrarreste las enfermedades a las que nos predisponen los genes. Todos estos avances se expondrán en el congreso, sin olvidar los obstáculos que impiden que buena parte de la población se beneficie de ellos.

Precisamente, el cometido de Francesco Branca, director del Departamento de Nutrición para la Salud y el Desarrollo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha sido narrar en qué punto se encuentran las medidas políticas y científicas encaminadas a mejorar los patrones dietéticos.

La cruda realidad es que no van bien. Prueba de ello es que, en estos momentos, las patologías no transmisibles -como el cáncer, las enfermedades cardiovasculares o la diabetes- constituyen la principal causa de muerte en la mayor parte del mundo.

El sobrepeso y la obesidad, que en algunos lugares del planeta afectan a más del 60% de la población adulta, se encuentran entre los factores de riesgo más destacados de estas dolencias. «En África central las cifras siguen siendo más bajas que en el resto del mundo, pero aumentan poco a poco», señala Branca.

Hasta tal punto que, por increíble que parezca, «en los últimos 20 años se ha duplicado el número de niños menores de cinco años con sobrepeso en este continente», agrega. De hecho, donde más crecen los problemas de exceso de peso infantil es en los países que se encuentran en transición económica hacia un mayor nivel de renta.

Los países más pobres también están alcanzando a los más ricos en la ingesta de grasa. Por supuesto, África también se lleva la peor parte en lo que a hambre y desnutrición se refiere. Por otra parte, en las naciones del norte de Europa y en Francia se ha conseguido frenar la epidemia de obesidad, pero sólo entre los segmentos más favorecidos de la población. Entre los individuos con menos recursos económicos, la tendencia no se ha revertido.

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