Jesús Argente, catedrático de Pediatría de la Universidad Autónoma de Madrid, da la puntilla y cree que estas restricciones llegan tarde.
Ya en 2008 la Unión Europea pidió que se dejasen de vender en los centros educativos «alimentos y bebidas con alto contenido en grasas, sal o azúcar y con pobre valor nutricional». «El paquete de medidas es una mala copia de lo que está implantado en Estados Unidos, donde el grueso de los estados ya ha impedido la presencia en los centros escolares de estos alimentos de contenido calórico innecesario», subraya. «Pero falta un aspecto importantísimo, el elemento educativo,», puntualiza.
Y es que, sal, grasas y azúcares son considerados culpables y serán puestos en el disparadero nutricional al saltar a la primera línea de las etiquetas de cualquier alimento del supermercado. La UE ha conseguido finalmente aprobar una norma que obligará a la industria alimentaria a detallar en las etiquetas de alimentos y bebidas su contenido de azúcar, sal y grasas de forma clara y legible para que los consumidores tengan la información necesaria y opten por una dieta sana. Sin embargo, para algunos, el texto no es más que un parche y queda descafeinado.
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