Los más vulnerables a una deshidratación son los niños, adolescentes, embarazadas y personas mayores.
Somos lo que comemos, pero no siempre prestamos a este capítulo tan importante la atención que merece, aunque parece que, al menos, se tiene más presente. «Para bien y para mal, la alimentación está de moda. Todo el mundo se preocupa por la alimentación, y eso es algo bueno, pero por otra parte, hay una serie de mitos y errores que hay que minimizar» hasta hacerlos desaparecer completamente. El director general de la Fundación Española de la Nutrición (FEN), José Manuel Ávila Torres, desgranó ayer algunos de estos aciertos y desaciertos durante una charla ofrecida en Feaccu Huesca, en la que puso el acento en la importancia de incluir la hidratación en los hábitos diarios. «Es un tema que no está de actualidad y debería de estarlo.
Nos preocupamos mucho de la alimentación, pero no de hidratarnos de forma adecuada. Y en estudios recientes vemos que la preocupación por esta cuestión es cada vez menor», explicó a este periódico el experto, que lanzó un mensaje unívoco en este sentido: «Hay que beber aunque no se tenga sed.
Y hay que procurar que, además del agua que nos aportan los alimentos, una parte importante proceda del agua o de bebidas que la contienen de forma importante, en torno a un litro y medio o dos de agua al día», sobre todo, en aquellos grupos considerados «vulnerables como niños, adolescentes, embarazadas y personas mayores que, igual que pierden la sensación del gusto, pierden también la de la sed, con el riesgo de quedar deshidratados».
Por ello, Ávila recomendó adquirir el hábito de beber frecuentemente, ya sea agua, «consomés, gazpachos, refrescos, cualquier bebida que contenga de forma principal agua, pero sin olvidar el principio de moderación«, ya que algunas bebidas contienen altos niveles de azúcares que pueden romper con el principio de moderación que se debe aplicar a la alimentación en general.
A la moderación, continuó el director general de la FEN, habría que sumar «la variedad, que sea equilibrada y el movimiento», factores que no siempre se cumplen.
«Se cometen muchos errores, desde las dietas mágicas a la creencia de alimentos milagro pasando por el reparto inadecuado de comidas a lo largo del día, saltándonos por ejemplo el desayuno, pensando que así vamos a comer menos, y lo que ocurre es que llegamos a la siguiente comida con ganas de «devorar»», apuntó el experto. «Y paradójicamente, vemos también que hace unos años formaban parte de nuestra dieta habitual más de un centenar de alimentos, y hoy, que no hay temporalidad, que tenemos una oferta variadísima de productos, vemos que la alimentación es mucho menos variada. En la dieta de los adolescentes, por ejemplo, hay como mucho, sesenta alimentos», resaltó Ávila, que consideró necesario «incluir en el currículo escolar conceptos básicos de alimentación y nutrición».
«Cuando yo era niño, sólo había un tipo de leche, pero hoy nos enfrentamos a un lineal de lácteos en el que tenemos que ser expertos para saber cuál es la que mejor se adecua a nuestras necesidades». Y eso sólo puede conseguirse enseñando a los niños en qué consiste una alimentación saludable, una dieta en la que las reglas son pocas pero importantes y que implican, por ejemplo, retornar al modelo de dieta mediterránea en que los hidratos de carbono complejos (frutas, verduras, legumbres, cereales) ocupan al menos el 50% de la ingesta diaria de nutrientes.
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