Los estudios revelan que en dosis elevadas puede ayudar a combatir tumores de colon, mama, próstata y ovarios, entre otros. Además, previene la degeneración macular y es fundamentamental para los huesos.
Es la vitamina antirraquítica por excelencia. La cuarta del abecedario, encargada de regular el fósforo y el calcio de los huesos, tiene un importante rol inmunosupresor y los estudios cada vez le ponen más medallas en su efecto contra los tumores: mama, colon, ovario, próstata… Pero todo lo que tiene de necesaria, lo tiene de escasa, ya que en la actualidad, la mitad de la población general tiene concentraciones insuficientes en la sangre.
La carencia se debe, tal y como explica a este semanario William B. Grant, del centro de Nutrición y Salud Sunrac de San Francisco, Estados Unidos, «a que pasamos gran parte del tiempo en interiores, utilizamos filtros solares altos y evitamos el sol del día». Grant añade que «a no ser que la sombra de alguien sea más corta que la altura, (es decir que recibe mucho sol porque éste incide directamente sobre él) uno no puede fabricar vitamina D, ya que la capa de ozono absorbe demasiados rayos UVB, y el resto de la atmósfera los dispersa».
Un problema grave si se tiene en cuenta que «el 90 por ciento, de esta vitamina proviene de la radiación solar y sólo un 10 por ciento de la dieta», explicó Alberto Muñoz, profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en un reciente congreso internacional celebrado en la Fundación Ramón Areces de Madrid.
Su fama se debe, según Grant, a que «existen 100 tipos de enfermedades en las que desempeña un papel importante para reducir la incidencia, severidad y el peligro de muerte, incluyendo 15 o 20 tipos de cáncer, patologías cardiovasculares, enfermedades infecciosas, óseas, dolencias autoinmunes (esclerosis múltiple), y resultados de embarazo adversos».
En cuanto a los tumores, Donald L. Trump, presidente del Roswell Park Cancer Institute (Estados Unidos). Matiza que «el 70 por ciento de los pacientes de nuestro hospital presenta en el momento del diagnóstico una deficiencia de esa vitamina, lo que favorece la agresividad de su desarrollo». Por ello, las investigaciones actuales se dirigen ahora «a analizar su relación en la progresión de la dolencia, así como en la posibilidad de usarla en la curación».
Colesterol
Al margen de estas enfermedades, uno de los eslabones que no se han tenido muy en cuenta es el del colesterol (cuya presencia en la piel permite fabricar la vitamina D3). David Grimes, médico e investigador del Hospital Royal Blackburn en Lancashire (Inglaterra) explica a este semanario que «la relación e ntre ambos no está muy clara y no se comprende en su totalidad.
Pero lo importante es que el colesterol no es realmente peligroso y esa hipótesis de “dieta-colesterol-corazón” de los años 50 ha sido irrelevante y una distracción en las publicaciones importantes». Para Grimes, el colesterol, al igual que la vitamina D, «es un mecanismo de defensa del organismo contra las bacterias. Cuando éstas atacan, el colesterol responde. La gente con bajos niveles de colesterol tienen, por tanto, más riesgo de infección». Además, advierte de que «no hay que obsesionarse. No es necesario medir el colesterol. Pero hay una industria de anticolesterol enorme y lucrativa detrás».
Anticeguera
Detrás de esta protagonista también iba el grupo de investigadores de la Universidad de Buffalo en Nueva York, cuando descubrieron hace unas semanas que las dosis altas en sangre reducen el riesgo de degeneración macular (DMAE) en mujeres menores de 75 años. En el trabajo, publicado en la revista «Archives of Ophthalmology» examinaron datos de 1.313 mujeres. Las que consumían la mayor cantidad de la vitamina tenían un 59 por ciento menos de probabilidades de desarrollar esta dolencia.
¿Pero cómo lograr un nivel óptimo? Los expertos inciden en la creciente necesidad de suplementar la deficiencia con la dieta o medicamentos. Así, Grant concluye que «los suplementos son la forma más eficiente de obtenerla dado nuestro estilo de vida actual». No obstante, Franco Sánchez, jefe del servicio de Endocrinología del Hospital Carlos III de Madrid, considera que los preparados farmacológicos que se venden en España no tienen niveles suficientes o van combinados con calcio al estar dirigidos a la población menopáusica.
Cosas de niños
De la crisis vitamínica no se libran ni los jóvenes. En concreto los que tienen unos kilos de más. Hace unas semanas se publicaba en el «Journal of Adolescent Health» un nuevo estudio que pone de manifiesto estas carencias en los niños obesos. El trabajo lo han elaborado investigadores del Hospital Hasbro Children’s de Providence (Estados Unidos) y en él ponen de manifiesto que el estado de la vitamina D se asocia a la fuerza muscular, por lo que una deficiencia puede interferir con la capacidad de los adolescentes obesos a aumentar la actividad física.
A esto se suma que el aumento de la prevalencia de este trastorno metabólico puede derivar en el riesgo de diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares, así como a un mayor riesgo de cáncer. Zeev Harel, pediatra y principal investigador del estudio, observó junto a su equipo la prevalencia de niveles bajos de vitamina D en 68 adolescentes obesos. Así, vieron las bajas concentraciones en las chicas (72 por ciento deficiente y el 28 por ciento insuficiente) y en el 91 por ciento de los varones (69 por ciento deficiente e insuficiente 22 por ciento). 43 pacientes tuvieron que repetir la prueba después de someterse a tratamiento.
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