Mitos y bulos alimentarios.

La mejor solución para romper con todos los bulos alimentarios, es hablar con un dietista – nutricionista para que te informe con  rigor científico.

¿Qué tienen en común la leche, el café, los refrescos, el azúcar, los aditivos, el huevo o el chocolate? Todos son productos de consumo básico, diarios, necesarios, y, para bien o para mal, al igual que muchos otros dependen cada vez más de lo que el consumidor conoce de ellos, el problema es que en los últimos años han aumentado los bulos sobre la alimentación y sus efectos sobre la salud.

 Al final, un alimento vale lo que vale su reputación, una opinión favorable o negativa puede aumentar sus ventas o destruir su consumo, pero detrás de lo que se conoce, informa o publicita no siempre hay una información veraz o rigurosa.  Es aquí donde la alerta se hace necesaria y la educación nutricional es básica.

 Todo lo que llega al consumidor va a influir mucho en los hábitos de consumo. La responsable del Grupo de Biología Funcional de Bacterias Lácticas del CICAL del CSIC, Carmen Peláez, advierte de que es el «rigor» el que debe imperar en la información que se trasmite sobre el efecto que cierta alimentación puede tener sobre la salud.

 Los nuevos mass media y redes sociales han incrementado la información, una información cada vez más demanda porque «el consumidor está ahora muy interesado en la relación entre alimentación y salud». «Hay que tener en cuenta que todo lo que llega al consumidor va a influir muchísimo en los hábitos de consumo» y, según se ha observado, «cada vez más afecta lo que le llega a través de fuentes no contrastadas»; esto lleva a pensar que un alimento vale más por lo que se dice de él que por lo que supone su consumo para la salud.

En los últimos años, ante el consumidor se ha abierto un abanico de posibilidades; bulos, mitos y medias verdades sobre alimentos de consumo se mezclan con estudios rigurosos, basados en la evidencia científica, ampliamente contrastados en lo referente a la seguridad del producto y sus propiedades. “Hay muchos mitos y muchas creencias alrededor de muchos productos, muchos han ido creciendo, pero algunos mitos han disminuido”, explica Peláez.

Datos de la Asociación de Internautas sobre bulos y fraudes en Internet deja visible que hasta un 97,2% de los internautas los sufren, siendo los que más se repiten los relacionados con la salud y la alimentación.

 Un reciente estudio sociológico realizado en marzo 2013 por Myworld, confirma que ante una noticia negativa sobre alimentación el 39% de los consumidores se plantean dejar de consumir los productos o dejan de consumirlos y hasta un 80% comenta la noticia con el entorno. «Todos, incluidos los que conocemos el sector, nos asustamos un poco cuando se dice taxativamente o categóricamente que un producto produce o cura el cáncer; esto puede influir negativamente sobre un producto hasta dejar de comerlo completamente y todo sin ningún rigor científico, sin ninguna evidencia científica detrás de la información», alerta.

 Por tanto, «se cambian hábitos si se recibe una noticia negativa», siendo el «efecto multiplicador del boca a boca» el más peligroso; no obstante, «también ocurre cuando la información es positiva».

 Del chocolate al huevo, pasando por la carne

 De sobra son conocidas las informaciones contradictorias sobre productos como el huevo, vilipendiado durante años por un erróneo conocimiento en su relación con el colesterol; el chocolate, un placer prohibido para las dietas dependiendo de dónde se lea la información; o la carne roja, un alimento necesario por su alto contenido en hierro que últimamente relacionan –siempre hablando desde el abuso– con una mayor incidencia en el riesgo cardiovascular e incluso en el cáncer.

 
La solución pasa por aumentar la educación en nutrición para que el consumidor sepa distinguirEstos solo son algunos productos, la lista es innumerable y «aunque todos son peligrosos, los más peligrosos son aquellos que afectan a enfermedades graves». Un ejemplo claro y extendido es aquel que destaca las propiedades del limón para matar las células cancerosas, asemejándolo con la quimioterapia.
 
A mayor escala ocurre con las dietas, que proliferan en blogs, redes sociales y webs «sin una sola referencia científica». El problema, añade, «es que en temas de alimentación con quien se contrasta no es con el médico, normalmente se hace con un amigo, la familia e Internet».
 
En este caso, «lo ideal sería tener un nutricionistas de cabecera, pero ¿quien tiene uno?», se pregunta Peláez. La solución, por tanto, pasa por «aumentar la educación en nutrición» de modo que el consumidor sepa distinguir cuál es una información con rigor y cuál puede obedecer a un interés particular.
 
En respuesta, afirma que «la mayor parte de los bulos se difunden por Internet y no tienen detrás ningún dato que lo sostenga, muchos salen de gente corriente con ganas de figurar»; otras veces están originados por «conflictos de intereses» entre empresas; mientras que los mitos y creencias obedecen sobre todo a costumbres culturales.Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/1981280/0/bulos-reputacion/alimentos/internet-informacion/#xtor=AD-15&xts=467263

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