Ingerir una óptima cantidad de fibra diariamente nos protege de padecer cáncer de estómago.
Los primeros resultados de un macroestudio internacional con participación española ha revelado que aquellas poblaciones que presentan una «alta adherencia» a la dieta mediterránea presentan menos casos de cáncer, especialmente de aquellos relacionados con el consumo de tabaco, como el cáncer de pulmón o estómago.
Así lo ha asegurado la doctora Pilar Gómez Enterría, coordinadora del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), en referencia a las primeras conclusiones del estudio EPIC, iniciado a principios de los años 90 en Europa para poner de manifiesto la relación existente entre dieta, estado nutricional, estilos de vida, factores ambientales y la incidencia de diferentes tipos de cáncer.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que entre el 30 y 40 por ciento de los cánceres podrían prevenirse con medidas relacionadas con la dieta, el control del peso y la actividad física.
Para precisar estos datos y aportar base científica sobre los factores nutricionales implicados con el cáncer, la Agencia Internacional de Investigación sobre Cáncer (IARC) y el Imperial College de Londres (Reino Unido) iniciaron un estudio con 520.000 sujetos sanos, de entre 35 y 65 años, de los cuales el 70 por ciento son mujeres, que presentaban hábitos alimenticios heterogéneos.
En total participan 23 centros de 10 países europeos (Alemania, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Holanda, Italia, Noruega, Reino Unido y Suecia). En el caso de España, Asturias, Granada, Guipúzcoa, Murcia y Navarra son las cinco provincias participantes, coordinadas por el Instituto Catalán de Oncología de Barcelona, y aportan un total de 40.000 participantes.
Como reconoce la doctora Gómez Enterría, «el seguimiento a lo largo de estos años de la cohorte del Estudio EPIC está permitiendo establecer relaciones causales ente dieta/estilo de vida y la incidencia del cáncer, determinando qué factores dietéticos pueden favorecer el riesgo de padecer ciertos tipos de cánceres y cuáles en cambio pueden tener un efecto protector».
Así, por ejemplo, han observado que la fibra, sea cual sea el alimento de la que proceda (cereales, verduras, frutas), tiene un efecto protector sobre el cáncer de colon y recto, mientras que una ingesta abundante de este nutriente parece también proteger del cáncer de estómago.
De igual modo, una ingesta abundante de fruta y verdura se asocia, en fumadores, a una menor incidencia de cáncer de pulmón, al tiempo que también tienen un efecto protector sobre los cánceres del tracto digestivo superior.
Un elevado consumo de verduras de hoja, detalla esta experta, se asocia a menor incidencia de cáncer de mama, mientras que también se ha observado una relación inversa entre el consumo de pescado y el cáncer colorrectal: a mayor consumo, menor incidencia.
Diferentes niveles de nutrición según el tumor.
Por otro lado, esta experta de la SEEN reconoce que en los pacientes con cáncer es frecuente la afectación, en mayor o menor medida, del estado de nutrición. Depende del tipo de tumor, su localización o el estadio evolutivo en que se encuentre la enfermedad.
Entre otras, las causas de esta desnutrición se asocian, por un lado, con el propio tumor, y, por otro, con el tratamiento que se aplica, ya sea cirugía, quimioterapia o radioterapia.
«La alimentación en el enfermo con cáncer tiene como fin intentar conservar el mejor estado de nutrición posible, ya que éste va asociado a una mejor tolerancia al tratamiento oncológico y una mejor calidad de vida», explica la doctora Gómez Enterría.
Las necesidades nutricionales de estos pacientes son, en general, superiores a las de una persona sana, debido en parte a los trastornos metabólicos que produce el propio cáncer y al tratamiento que se aplica. «No hay ningún alimento ni ningún tipo de dieta milagrosa que curen el cáncer», asegura la doctora.
Por ello, advierte de que es fundamental que un paciente oncológico esté bien nutrido. «La desnutrición afecta negativamente la tolerancia a los tratamientos oncológicos. Un enfermo desnutrido tolera peor la quimioterapia, lo que en muchas ocasiones obliga a disminuir la dosis o a espaciar los ciclos de tratamiento. Otro tanto ocurre con la radioterapia», puntualiza la experta.
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