La Anorexia

La anorexia pertenece a los llamados trastornos del comportamiento alimentario que incluye el DSM-V (quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales).

Para considerar que una persona sufre anorexia nerviosa, es necesario que cumpla una serie de criterios en relación a la sintomatología que presenta, que debe diagnosticar el profesional calificado y que se especifican con todo detalle en el DSM-V.

Entre los criterios diagnósticos más comunes para la anorexia, según la mayoría de autores, destaca el miedo intenso a engordar –que no disminuye a medida que se pierde peso-, la alteración de la imagen corporal, la disminución del 25% del peso, la ausencia de enfermedad somática que justifique la pérdida de peso, la negación de la perturbación o la ausencia de enfermedad psiquiátrica entre otros.

Los estudios epidemiológicos indican que se trata, en su esencia, de una patología de la adolescencia femenina, ya que la relación hombre/mujer en su manifestación es de 1/10, aunque cabe destacar que en los últimos tiempos la edad de comienzo tiende a adelantarse respecto de la adolescencia y hay un aumento significativo del sector masculino que la sufre.

Por otro lado, también es importante tener en cuenta que el abordaje clínico de este problema es considerablemente distinto en función de la línea de trabajo de los profesionales. La línea más común y extendida actualmente es la cognitiva conductual aunque personalmente, y como ya he dicho en mis artículos anteriores, yo soy partidaria de la línea dinámica, en mi caso particular, de corte psicoanalítico, fundamentalmente porque la línea cognitivo conductual presupone que la anorexia es un trastorno en sí mismo, mientras que la clínica psicoanalítica la contempla como un síntoma o un síndrome (conjunto de síntomas) que se pueden desarrollar en distintas estructuras de personalidad y en diversos cuadros psicopatológicos.

De entre los muchos e interesantísimos psicoanalistas de referencia, yo destacaría a Sïlvia Tubert, la cual no ha legado un amplio trabajo que trata sobre todos aquellos temas que intervienen en esta problemática y en muchas otras.

Una idea fundamental para entender la anorexia desde esta perspectiva es la de comprender que la persona que la padece, habla con su cuerpo aquello que no pude expresar con palabras y lo plasma en forma de actos, por eso es imprescindible buscar, caso a caso, la significación única que cada sujeto da a sus actos, a sus síntomas (el mismo síntoma puede ser debido a causas completamente diferentes según cada persona o incluso según su género).

La crisis narcisista del adolescente o la construcción cultural del cuerpo femenino son algunas de las cuestiones sine qua non sobre las que cabe preguntarse si se pretende abordar la problemática de una persona que padece anorexia y que como decía, estudió ampliamente Sílvia Tubert, y que abren la puerta a una comprensión de este síndrome de una forma completa y esperanzadora, aunque compleja, laboriosa, larga y por qué no decirlo, dura.

No, su tratamiento no es fácil ni rápido ni superfluo,  pero sí hay tratamiento, sí hay solución y de no tratar el problema adecuadamente con un profesional, se arrastrará toda la vida, pudiendo llegar a pasarle al sujeto y a las personas de su entorno, una factura muy alta en todos aquellos ámbitos que como decía antes, están implicados y toman partida en esta problemática.

La anorexia no es querer adelgazar y ya, no es un “sinsentido” de una persona caprichosa que quiere ser guapa y lo asocia a bajar de peso. La anorexia es un problema muy serio y muy complejo que requiere de un tratamiento y -como vengo insistiendo en el artículo- no de cualquier tratamiento.

La anorexia es un grito de ayuda de un sujeto que está sufriendo mucho y que necesita de un otro que lo escuche (más que lo mire), que lo ayude a ir poniendo palabras y a ordenar aquello que le causa tanto dolor y sufrimiento y que lo traduce en forma de actos, contándonoslo con su cuerpo.

Núria Castelló

Psicologa-Psicoterapeuta 

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